Historia de Córdoba

Córdoba es una ciudad en la que historias cruzadas, superpuestas y hasta antagónicas han dejado sus marcas. Tanto en su paisaje como en su cultura se conjugan lo antiguo con lo nuevo, lo local con lo cosmopolita, la tradición con el cambio.
La actual ciudad de Córdoba, ubicada en una región de sierras y valles, fue fundada el 6 de julio de 1573, en un territorio que estaba habitado por sociedades indígenas. Los grupos indígenas se asentaban en aldeas próximas entre sí, aunque relativamente independientes salvo eventuales alianzas para la guerra, actividades de caza y recolección y algunos vínculos de parentesco. Los españoles denominaron a esta región como “Provincia de los Comechingones” y si bien necesitaban asentarse de manera permanente para distribuir la tierra, ponerla en producción y controlar a los indígenas convertidos en mano de obra para sus proyectos de minería, agricultura y textiles, no lograron control fácilmente a los grupos indígenas. Los españoles se atrincheraron en una ciudad-fuerte y permanecieron varios años asediados por las constantes agresiones y resistencia de los indígenas. Paulatinamente a través de pactos, entradas de castigos y malocas, fueron logrando construir sus solares, producir y mejorar los caminos. El costo para los pobladores originarios fue muy alto, los abusos cometidos, conllevaron a una temprana y fuerte destrucción de sus sociedades, sin embargo algunos grupos lograron sobrevivir y persistir durante todo el período colonial en los “pueblos de indios” manteniendo sus tierras comunes y sus autoridades étnicas hasta fines del siglo XIX.

Una vez consolidado el dominio español, la ciudad se organizó como una cuadrícula alrededor de una Plaza Mayor (hoy Plaza San Martín), que era el lugar de la sociabilidad y los negocios, una iglesia mayor, la Catedral, y el Cabildo. El centenar de hombres que acompañaba a Cabrera se repartió indios y tierras según una estricta jerarquía y lo mismo hicieron los religiosos franciscanos y los dominicos, encargados de evangelizar a los pobladores originarios. El modesto emplazamiento fue creciendo hasta convertirse en una importante y dinámica ciudad colonial, con una vida social y cultural fuertemente influenciada por la iglesia católica y por su posición casi fronteriza en un recóndito lugar del más vasto imperio del mundo moderno. La ciudad era conocida por su devoción religiosa, su inclinación al contrabando de la plata del Potosí y su universidad, fundada por los jesuitas en 1613. Estos factores la convertían en un referente regional visitada por los comerciantes de mulas, esclavos y mercancías españolas, por los hijos de las élites del norte y oeste que estudiaban en la Universidad y por los locos, muchachas descarriadas y perseguidos políticos que se ocultaban en los numerosos conventos.

Frente al movimiento revolucionario de 1810, Córdoba envió al Deán de la Catedral Gregorio Funes, como su representante a Buenos Aires, sin embargo, en la misma ciudad se gestaba una conspiración contrarrevolucionaria que fue rápidamente sofocada con el fusilamiento de los cabecillas ya que la Junta Grande no podía permitir que Córdoba encabezara, en pleno proceso de emancipación, un movimiento de fidelidad a Fernando VII.

En 1820 finalizada la guerra revolucionaria y consumado el fracaso del gobierno central para imponerse desde Buenos Aires, Córdoba retomó su soberanía y formó el primer gobierno provincial con el Brigadier Juan Bautista Bustos, un héroe de la Independencia. Durante la primera década, dos líderes provinciales se enfrentaron para alinear a Córdoba con las causas federal o unitaria, fueron el mismo Bustos y José María Paz. La lucha civil, provocó la crisis financiera y el atraso productivo de la ciudad y la provincia, expuestas al paso constante de las tropas y las persecuciones que no cesaron hasta 1853 cuando el país se encaminó hacia su definitiva organización nacional.

Iniciados los tiempos de la modernización económica, cultural y política, la ciudad de Córdoba cristalizó como ningún otro lugar las tensiones que implicaba el ingreso a una nueva era.
Su tradición católica y provinciana se resistía a adoptar los símbolos y las expresiones materiales de los nuevos tiempos, el proceso fue acuñado más desde arriba que desde abajo. Las élites progresistas conjuraron fantasmas e invocaron nuevos dioses que alteraron la rutina y el paisaje tradicional de la ciudad. Sarmiento mandó a construir la Academia Nacional de Ciencias y el Observatorio Nacional, Juan Bialet Massé, Carlos Cassafousth y Enrique Dumesnil construyeron un Dique para procurar agua potable y energía eléctrica, Carlos Revol mandó a construir viviendas obreras (hoy Paseo de las Artes) y propuso el proyecto de la Nueva Córdoba, cuya traza en diagonal, al mejor estilo francés entre dos plazas (hoy Plaza Vélez Sarsfield y Plaza España) remataba en un parque y conspiraba abiertamente con la vieja ciudad colonial estrictamente ordenada en damero. Se habían construido varios teatros entre los que destacaba el Rivera Indarte (hoy Del Libertador San Martín) obra del ingeniero italiano Francisco Tamburini, escuelas acordes con la ley de educación pública 1420, como la Gobernador Olmos (donde hoy está emplazado el Centro comercial Patio Olmos). Por su parte la Universidad con anterioridad a la Reforma de 1918 anuló la carrera de Teología e impulsó las Ciencias Médicas y las Exactas, Físicas y Naturales.
La población urbana creció y, a los españoles que venían buscando una sociedad católica similar a la suya, se sumaron los italianos divididos entre liberales y monárquicos y los sirio-libaneses que huían de sus países en guerra. Ferrocarril y puentes permitieron que la ciudad rebasara el centro histórico y se expandiera hacia nuevos barrios como el Inglés, hoy Pueyrredón y General Paz, en el que vivían los trabajadores y personal jerárquico del ferrocarril, La Toma, El Pueblito, hoy Alberdi y Güemes, más tradicionales y humildes por la impronta de sus antiguos habitantes; San Vicente, elegido como lugar de veraneo y la Nueva Córdoba, señorial y muy burguesa convertida en la vidriera de una burguesía que no dudaba en enfrentar al progreso con la cruz y con la espada si era necesario.

A comienzos del siglo XX, Córdoba tenía imponentes edificios de estilo francés e italiano sobre la Avenida Argentina (hoy Hipólito Irigoyen), avenidas, calles y bulevares pavimentados y parques como el Elisa (hoy Plaza Las Heras) el Sarmiento que con su lago y su zoológico contribuían a ordenar el ocio urbano. El gobierno y los propietarios particulares se contagiaron del gusto europeo y encargaron construcciones a arquitectos afamados como Carlos Thays que diseñó el Parque Sarmiento y el Palacio Ferreyra (hoy Museo de Bellas Artes Palacio Ferreyra, también conocido como Museo Evita). El estilo muchas veces ecléctico y ostentoso del Art Nouveau caracterizaba a estas nuevas élites que habían abandonado la austeridad colonial marcada en la arquitectura por la teja, las paredes blancas sin ornamentos y las ventanas pequeñas. A la par de este progreso, una burguesía inescrupulosa aprovechaba la indefensión de la mano de obra barata; el médico Bialet Massé expuso horrorizado que en Córdoba se cobraba a los obreros para ir alos baños de las fábricas que describió como letrinas inmundas.

La modernización económica, demográfica, cultural y política iba a exponer nuevas tensiones, una de ellas coaguló en junio de 1918, cuando los jóvenes universitarios se opusieron al continuismo y al escolasticismo en las aulas de la Universidad e iniciaron un movimiento que halló eco en América Latina y en el Caribe.

En la década del treinta el país entero modificó su economía como consecuencia del crack de 1929; el anterior librecambio y la apertura comercial dieron paso al intervencionismo estatal y a la sustitución de importaciones. En Córdoba significó la expansión de la Fábrica Militar de Aviones fundada en 1927 y en franco crecimiento en los cuarenta y la política de escuelas y diques del gobernador A. Sabattini, obras monumentales en la ciudad y la provincia entre las cuales podemos observar las escuelas públicas diseñadas en la estética del Art Decó.
Para la década de 1950 otra etapa de la industrialización involucraba a la ciudad, generando un importante cordón industrial por la instalación de empresas extranjeras como la FIAT y la IKA para la fabricación de automóviles, tractores y ferrocarriles. Esto resultó atractivo para una nueva y diferente ola de pobladores, expulsados del campo y cientos de trabajadores manuales se incorporaron a las filas del proletariado industrial que fue forjando un perfil diferente y hasta antagónico con los sectores más tradicionales del sindicalismo porteño y bonaerense.
Córdoba tiene también el poco halagüeño honor de haber sido el núcleo exitoso en que se gestó el golpe militar que derrocó a Perón en 1955 e inició un período de treinta años de dictaduras, semidemocracias y democracias fallidas. Pero aún a pesar del desamparo que sufrieron los gobiernos provinciales con respecto de los nacionales como los casos de Arturo Zanichelli y Ricardo Obregón Cano de parte de Arturo Frondizi y Juan Perón, respectivamente, la sociedad no dejó de desarrollar un espíritu contestatario y de resistencia. En 1966 murió Santiago Pampillón cuando la policía cumpliendo órdenes del dictador Onganía reprimía una movilización estudiantil que se oponía a los recortes en el Comedor Universitario; en 1969, la misma dictadura cobraba nuevas víctimas entre los obreros movilizados en el Cordobazo, el símbolo más reconocido de las luchas urbanas contra el autoritarismo de la Revolución Argentina.

Las elecciones de 1973 hicieron posible en Córdoba el triunfo del FREJULI, Ricardo Obregón Cano y Atilio López se convirtieron en gobernador y vice; mientras que Agustín Tosco era el Secretario General de la CGT Córdoba. Parecía que la convivencia era posible y que los sectores populares habían logrado superar antiguas antinomias. La confluencia de diferentes sectores sociales y la riqueza cultural de los jóvenes que asistían a la Universidad convertían a Córdoba en una usina de conocimiento, de actividad cultural, de lugar de vanguardia y creatividad. En aquellos años, se produjeron interesantes desarrollos como las Bienales de Arquitectura, el Libre Teatro Libre y Canto Popular.

Sin embargo esta realidad terminó en febrero de 1974 cuando un golpe de estado policial conocido como el Navarrazo desalojó a las autoridades democráticamente elegidas y desde el gobierno nacional se impuso la intervención federal. Este hecho significó un avance de los sectores ortodoxos del peronismo y el inicio de una fase de represión y de “limpieza” ideológica contra dirigentes políticos y sindicales, a intelectuales y estudiantes. A la represión legal, se sumó asiduamente la represión ilegal ejercida desde algunos espacios policiales como el Departamento de Informaciones 2 (espacio donde hoy funciona el Archivo Provincial de la Memoria) y a cargo de grupos parapoliciales como el Comando Libertadores de América. De este modo, la provincia comenzó a padecer antes del 24 de marzo de 1976 las consecuencias del terrorismo de estado cuyo objetivo era silenciar y disciplinar a una sociedad rebelde.

La dictadura iniciada el 24 de marzo de 1976 tuvo en Córdoba, cabeza del Comando del III Cuerpo de Ejército, un audaz exponente del fundamentalismo de la Guerra Fría, la ciudad y la provincia estuvieron ¨ocupadas¨ por las Fuerzas Armadas dispuestas a borrar con la violencia todo vestigio de la Córdoba insurgente de aquella década.

El impulso a la industria que había caracterizado a la economía argentina hasta esos años comenzó a mostrar a partir de 1976 un sostenido retroceso, debido a que los capitales comenzaron a dirigirse hacia el sector financiero y especulativo. Las expresiones culturales fueron reducidas en su expresión y la sociedad se convirtió en guardiana de sí misma contribuyendo a su disciplinamiento y orden.

Los cordobeses vivimos con ingenuo entusiasmo la gesta de Malvinas y también nos sumamos a la ola democrática en 1983, siendo testigos de estos acontecimientos históricos, la Plaza San Martín, la Plaza Vélez Sarsfield donde las multitudes se movilizaron aún antes del triunfo de Raúl Alfonsín ya que Córdoba sintió como las demás provincias las consecuencias de la desindustrialización y la desocupación, resultado de las políticas neoliberales aplicadas desde 1976.

El país inició el siglo XXI con una grave crisis económica y política y Córdoba no fue ajena a ello, nuevamente las Plazas fueron convocantes de movilizaciones de protesta. En paralelo con los tiempos de cambio la ciudad comenzó a revalorizar su patrimonio en el año 2000 la Manzana Jesuítica fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y en el 2006 Córdoba fue declarada ese año Capital Americana de la Cultura.

Trabajo colaborativo de Laura Valdemarca, Cecilia Bustos Moreschi  e Isabel Castro

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